Hay muchas cosas en la primera película como directora de la actriz Paola Cortellesi que me incomodan. Algunas me recuerdan, para mal, a otra película italiana exitosa, La vida es bella , con la que nunca logré conectar emocionalmente y que siempre me dejó la duda de si es honesto pintar de colores una realidad tan negra. Ambas comparten una excelente factura, unas estupendas interpretaciones y una evidente continuidad no solo con el neorrealismo italiano sino también con un cierto tipo de tragicomedia que tantas veces vimos en el cine del país que ahora gobierna Meloni. En las dos hay un evidente protagonismo de sus creadores que también son protagonistas, aunque he decir que mientras que Roberto Benigni me pareció siempre insoportable, Cortellesi tiene una potencia y una belleza indiscutibles, con un cierto aire a Olivia Molina y con esa fuerza que siempre han atesorado actrices italianas muy pegadas a la tierra. Las dos películas, también, están llenas de trampas y de golp
Dice la escritora y activista argentina v al flores que "la escritura feminista opera como técnica de extrañamiento, abriendo huecos, heridas, lapsus, fallas en la historia biográfica, social, cultural y política que archivan las palabras que hablamos y que nos hablan, revelando que en esa materialidad del lenguaje nuestros cuerpos han sido sistemáticamente objeto de inferiorización, borramiento, silenciamiento y aniquilamiento". Le he dado muchas vueltas a las propuestas subversivas de flores, así en minúscula, desafiando los mandatos mayúsculos de la autoridad masculina, como bell hooks , al releer la última novela de Rosario Izquierdo . La cuarta novela de la autora de El hijo zurdo nos vuelve a confirmar que en toda su obra hay un hilo narrativo, y hasta poético, que insiste en demostrarnos, como también dice val flores, que "escribir es una operación política para hacer habitables nuestras vidas, nuestros cuerpos, nuestros deseos". En su caso,