Después de disfrutar en el Gran Teatro del espectáculo "Forever king of the pop", certifqué la vedadera dimensión del mito. A través de un cuidado e impresionante repaso por algunas de sus grandes canciones, "Forever..." consigue, a través de la imitación pluscuamperfecta, que los fans de Michael e incluso los que no lo somos tanto vibremos todos a una, sintamos ganas de bailar, nos emocionemos o aplaudamos enfervorecidos como si estuviéramos realmente viendo al rey del pop. Sintiéndome parte de la "ceremonia colectiva" que ayer vivimos en el Gran Teatro, tuve muy claro que Jackson ha pasado el umbral de la eternidad y se ha convertido en un mito.
Algo que además compruebo cuando observo como mi hijo quiere imitarlo, se aprende sus canciones o disfruta con sus videos, haciendo suyo lo que ha dejado de ser patrimonio de una generación o de una moda. Es la señal más inequívoca de que Michael Jackson ha sobrepasado la barrera del tiempo. Algo que sólo consiguien los más grandes, los tocados por una cierta magia, los que así alcanzan la inmortalidad.
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