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¿C3 o C4?


Uno de los principales problemas del socialismo cordobés es su incapacidad para generar un proyecto ilusionante, coherente con lo que debiera ser un programa transformador de la sociedad y liderado por personas capaces de demostrar sensatez, visión de futuro y empatía. Sus últimos movimientos, por el contrario, nos ponen de manifiesto una pérdida de rumbo considerable y, lo que es peor, un actitud reaccionaria en algunas de las propuestas con las que no dejan de sorprendernos.
Aunque después de muchos años en esta ciudad ya debiera estar acostumbrado a los disparates que con frecuencia salpican su vida pública, debo confesar que me costó digerir que una de las ofertas estrella del candidato Durán y su cómplice alcalde sea crear una escuela municipal de costaleros y capataces, amén de un museo cofrade que ni siquiera los asesores culturales de Nieto se han atrevido a proponer. Un anuncio que sin duda habrá provocado que Rafael Gómez esté pegándose tirones de su blanca cabellera al comprobar cómo Juan Pablo se le ha adelantado.
De manera ciertamente paradójica, dicha noticia coincidió en los medios con la de la creación de una plataforma de profesionales del arte contemporáneo que reclaman un código de buenas prácticas y la necesidad de superar el estado de cenicienta que dicho sector continúa teniendo entre las políticas públicas. Todo ello apoyado por artistas y gestores que, en algunos casos, se han aprovechado de la ausencia de esas buenas prácticas en épocas de bonanza y clientelismo. Me alegra que algunos empiecen a rectificar. Pero lo que resulta hiriente es comprobar como frente a un debate que afortunadamente va cobrando vigor en nuestra ciudad, el del arte contemporáneo en particular y el de las políticas culturales en general, pareciera que la atención del socialismo se centrara más en la búsqueda populista del voto y en una cierta traición a los principios que como partido lleva siglos defendiendo. Es comprensible que ante un panorama electoral tan adverso, como el que pintan todas las encuestas, los principios se diluyan y se busque desesperadamente la fibra sensible del elector y la conexión con las esencias más rancias de la ciudad. Lo que ocurre es que esta jugada tiene un doble riesgo. En primer lugar, no garantiza el apoyo de sectores que siempre han sentido más cómodos bajo el incienso de la derecha. En segundo, porque provoca una terrible decepción en los que, al margen de carnets y de disciplinas de partido, seguimos creyendo que el socialismo responde a unos determinados valores, a unas apuestas de remoción y progreso, a una visión laica y feminista del orden público, a una confianza en la cultura como motor de todos los cambios. Por ello, es lógico que muchos nos sintamos desubicados, angustiados y, en fin, bastante cabreados. Sobre todo porque no sabemos muy bien si el PSOE cordobés está más comprometido con el C3 (Centro de Costaleros de Córdoba) que con el C4. Porque en la política, queridos ideólogos de la avenida del Aeropuerto, son las prioridades las que marcan las diferencias y son los gestos --éticos pero también estéticos-- los que singularizan unas opciones frente a otras.
No sé lo que pensará de la propuesta socialista la plataforma de profesionales del arte contemporáneo de nuestra ciudad. No estaría mal que, en lugar de acabar siendo un lobby con ganas de pescar en río revuelto, se alcen como una voz crítica, tan necesaria en esta ciudad de silencios cómplices. Aunque tampoco deberíamos angustiarnos. Siempre caben posturas conciliadoras. Lástima que ese futuro C3 no llegue a tiempo para entrenar a nuestros artistas y gestores. Habría sido una maravillosa performance que todos ellos portaran a hombros el polémico DC7 en su camino hasta el río. Acompañados por una banda de música y la corporación en pleno. Eso sí que habría sido, querido Jahanbegloo, una auténtica actualización del paradigma Córdoba.
www.diariocordoba.com, 14-3-2011

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