Diario CÓRDOBA, 23-5-2011
Escribo estas líneas cuando aún no conozco los resultados electorales definitivos. Sí sé que Almodóvar no ha triunfado en Cannes y pienso que esa derrota pudiera ser la metáfora del fin de una época y del inicio de otra que ha empezado a forjarse este mes de mayo por las plazas de todo el país. La que ha empezado a impulsar una energía ciudadana que, como si se tratara de un abrazo colectivo, nos ha permitido recuperar la esperanza de que otra democracia es posible. La que intuyo en el incremento de participación en una Córdoba que en muchas ocasiones ha presumido de lo que carecía.
Como tantos españoles, y muy especialmente como tantos cordobeses, en estos últimos años he ido pasando de la perplejidad a la indignación y de ahí casi a la desesperación. Como hombre de izquierdas, me he sentido totalmente perdido ante unas referencias que en vez de seducirme me han ahuyentado y que han dado buena muestra de carecer de un proyecto político capaz de generar ilusión en una ciudad que tanto lo necesita. Una ciudad que está harta de políticas que han demostrado bien que el único futuro que les importa es el suyo y de salvadores que acabarán en el Pleno gracias, entre otras cosas, a los y las que en su día no se atrevieron a pararles los pies. Ambos casos son el ejemplo más evidente del fracaso de nuestro sistema representativo.
Espero que el anunciado fracaso de los socialistas en estas elecciones les sirva para hacer de una vez por todas un ejercicio de autocrítica, el cual debe incorporar la superación de personas y esquemas que ya han dado de sí lo poco que podían. A ello deberían sumar una apuesta por nuevos rostros, por la incorporación de voces profesionales y que no dependan de un cargo público para vivir, por la definición de un proyecto anclado en la realidad y no en ideas propias de un progresismo de los 80 que ya no sirven en el presente.
Esta noche sólo me queda esperar que el gobierno que resulte de las urnas sea capaz de sacarnos del hastío y de la somnolencia en la que nos ha ido dejando los años anteriores. Espero como mínimo una gestión limpia, racional y pensada desde los intereses de la ciudadanía y no desde los del partido. Y, por supuesto, confío en que, Capitalidad aparte, sea un gobierno que apueste por la cultura como eje estratégico del desarrollo de esta ciudad.
Pero sobre todo, lo que espero en esta noche de domingo es que toda esa energía ciudadana que se ha concentrado en las plazas sea capaz de generar una revolución democrática que consiga que nuestro sistema deje de ser una farsa. Queda el gran reto de establecer un puente entre ese movimiento y unas instituciones representativas que serán las que finalmente deberán dar los primeros pasos. Algo que, me temo, no será fácil, visto cómo los partidos han actuado en los últimos meses. Por eso hoy más que nunca, es urgente que sigamos actuando en clave de sol, recuperando el valor del ágora como espacio de la democracia y asumiendo nuestro papel comprometido de ciudadanos. Hemos votado y ahora es el momento de exigir responsabilidades y de vigilar que nuestro voto no sea corrompido en manos partidistas. Debemos estar vigilantes ante unos representantes que deben velar por la garantía de nuestros derechos y por el control de los excesos de los poderes tanto políticos como económicos. Una lección que deberían aprender bien todos los partidos pero muy especialmente una izquierda que se ha quedado sin discurso, sin líderes y sin capacidad de seducción. Porque en este 2011 el verdadero progresismo está en las plazas, las cuales han puesto al descubierto cómo el emperador andaba desnudo. O , lo que es lo mismo, cómo los más reaccionarios han sido y siguen siendo los políticos y las políticas que en vez de mirarnos a la cara no han dejado de mirarse el ombligo.
Comentarios
Publicar un comentario