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EL EXILIO INTERIOR

EL EXILIO INTERIOR. LA VIDA DE MARÍA MOLINER
Inmaculada de la Fuente.
Turner Noema. 





"1º. Calificada por los rojos de muy leal...
5ª. Simpatizante con los rojos, y roja..."
Del pliego de cargos presentando en noviembre de 1939 contra María Moliner por sus actos y conductas durante la Guerra Civil.


La guerra civil, y la larga posguerra, tuvo entre sus consecuencias terribles no sólo el exilio de todos los que se vieron obligados a abandonar el país, sino también el exilio  "interior" de todos los y las que, permaneciendo en España, fueron condenados a un largo silencio. "El exilio interior no sólo implica esconderse, callarse o protegerse. Hay algo peor: convivir en un medio hostil; compartir el mismo aire y la propia calle con el enemigo".

María Moliner fue una de esas mujeres que, debido no tanto a su militancia política expresa sino más bien a su compromiso irrenunciable con la educación y la cultura, fue condenada a permanecer "entre visillos", degradada profesionalmente y casi invisible. Por "roja", claro, y por ser mujer, porque en este caso, como en tantos otros, el género no era un adjetivo sino un sustantivo para un régimen ferozmente patriarcal. 

María se refugió en las palabras, en sus fichas de tejedora de vocablos y emociones, y urdió durante años un diccionario que todavía hoy sigue siendo una referencia para los que buscamos en un texto así un espacio para el goce y el aprendizaje. No tanto la frialdad de unas reglas oficiales sino la caricia suave de las letras que juegan, se aman, se multiplican y nos ofrecen mil trampolines para atisbar horizontes cada vez más lejanos.  Algo difícil de entender, obviamente, para una institución como la RAE en que todavía hoy, décadas después, las mujeres apenas son una anécdota. 

Recorrer la trayectoria vital y profesional de María Moliner, en paralelo a la historia dramática de nuestro siglo XX, debería ser un ejercicio obligatorio para forjarnos éticamente como ciudadanos. Descubrir los espacios de María, su trabajo infatigable, sus fichas concienzudas, su pasión por los libros, su confianza en que la cultura nos haces mejores seres, debería ser una tarea inaplazable para los que hoy, en plena crisis política y ética, aún no se han atrevido a mirarse en el espejo de nuestra historia reciente.

María Moliner es la encarnación de muchos de los fracasos de España como país. De todo lo que se alumbró en una quebradiza República, de la que deberíamos aprender a rescatar, sobre todo, su confianza en la educación como herramienta de futuro y el uso de la cultura como instrumento para la libertad y la igualdad. 

Al mismo tiempo, el rostro y la voz de María, materializada en sus entradas del diccionario, en esas páginas que yo ahora repaso cada vez que me pongo a hacer tareas con mi hijo, es el rostro y la voz de tantas y tantas mujeres que fueron condenadas no sólo al exilio político sino también al que suponía negarles la ciudadanía, la autoridad, la igual capacidad para lo público y sus inalienables derechos como seres humanos. 

"... No, amigos bibliotecarios, no. En vuestro pueblo la gente no es más cerril que en otros pueblos de España ni que en otros pueblos del mundo. Probad a hablarles de cultura y veréis cómo sus ojos se abren y sus cabezas se mueven en un gesto de asentimiento, y cómo invariablemente responden: ¡Eso, eso es lo que nos hace falta: cultura!"

María con su olivetti, María de los papeles en la mesa de comedor, María en los archivos, María sin memoria al final pero hecha eterna en un un diccionario.  Merecedora de ser llamada, como las grandes actrices, con su apellido y un artículo delante: LA MOLINER. Un ejemplo que no deberíamos olvidar en estos tiempos de podredumbre moral y amenazas neomachistas.  

La bibliotecaria que soñaba palabras. La que, sin ser consciente, le dio voz a las muchas que durante décadas sólo tuvieron a su disposición las palabras que los hombres escribieron para ellas. La heroína que no recibió medallas, ni honores, ni distinciones. La que se quedó a las puertas de la Real Academia de la Lengua con los bolsillos llenos de palabras ante la mirada ridículamente ambiciosa del patriarca. La roja, amiga de los rojos, que sólo tuvo como militancia su confianza en el poder de la cultura para hacer despertar al individuo y a todo un pueblo. La múltiplemente discriminada pero que hoy, por esas sorprendentes jugadas del destino, forma parte del futuro que se escribe en las libretas que empiezan muchos niños como Abel. El diccionario era ella.  Pero ella era mucho más que el diccionario. 


Comentarios

  1. Cuantas injusticias se cometen y más aun, en nombre de la cultura. Por eso hay que hacer que los niños tomen éstos casos como ejemplo y aprendan que la cultura del "Y tu más..." solo la utilizan los necios y los insensibles.

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