EL CAPITAL, Costa-Gavras
"Seguiré robando a los pobres para dárselo a los ricos. Soy un moderno Robin Hood"
"Seguiré robando a los pobres para dárselo a los ricos. Soy un moderno Robin Hood"
La última película del siempre comprometido Costa-Gavras es una didáctica lección sobre cómo la ambición de unos pocos nos ha llevado a la mayoría al pozo cada vez más hondo en el que nos encontramos. Su retrato de un recién nombrado presidente de una entidad bancaria - llamada con toda la intención Fénix - nos pone al descubierto todas las miserias del capitalismo, cuya ética, como bien se dice en la película, es como la militar: el más rápido mata al otro.
El progresivo ascenso al cielo de las finanzas, y al infierno que supone ser prisionero de una espiral sin fin, de Marc Tourneil es el relato a su vez de la incapacidad de los Estados - nominalmente al menos de Derecho -para someter a controles la actividad financiera y, por lo tanto, el fracaso de la lógica constitucional frente a un sistema económico basado en la "ley del más fuerte". Los gobiernos no aparecen, se les nombra casi como una anécdota. Hacen normas que se incumplen y acaban siendo meras comparsas. El poder reside en otro lugar.
¿Para qué queremos más dinero?, insiste la mujer de Marc en varias ocasiones. Ella es la voz de una conciencia, muy tímida, de quien está disfrutando de las ventajas de los vencedores pero que no deja de cuestionarse la ética de los métodos. En este sentido, es absolutamente genial - por más que pueda parecer un tanto maniquea - la comida familiar en la que un tío del protagonista le reprocha el éxito consistente en incrementar las ganancias enviando gente al paro. Todo ello mientras que en la habitación de al lado todos los niños y las niñas de la famila juegan con aparatos electrónicos reción llegados de Corea y sin cruzas palabra entre ellos. Otra imagen del presente-futuro que estamos armando, el que representa el hijo adolescente de Marc, siempre solo, con sus videojuegos violentos, entrenado para que llegado el momento pueda bien adaptarse a los dictados del sistema: "El dinero es un perro que no acaricias sino que quiere que le lances la pelota cada vez más lejos".
Marc llega al poder como consecuencia del cáncer que sufre su jefe. Un cáncer de testículos. Una herida brutal en la virilidad que, como bien nos muestra la película, sigue conectada al ejercicio del poder y la fuerza, a la ambición, a la competitividad, al trato de las mujeres como objeto (de ahí que resulte tan significativo las fallidas relaciones del protagonista con las mujeres de la historia que tienen la categoría de sujeto). Padre, patriarcado, capital: los tres ejes del mal frente a los que cada vez nos sentimos más vulnerables. Sin política que nos dé respuestas. Prisioneros de un modelo que incluso llega a afirmar el objetivo de convertir "el lujo" en un derecho. Como dice Costa-Gavras, "ahora sólo existe la religión del dinero, que individualiza a las personas, las aleja del objetivo común, las deja solas..." Lobos que se comen a los corderos. Lobos solitarios que aúllan para salvarse. Soledad. Y cada vez una mayor distancia entre los vencedores y los vencidos. Sálvese quién pueda.
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