Estamos poco acostumbrados a que los cineastas españoles hablen de problemas de hoy y además lo hagan sin renunciar al sentido del espectáculo que siempre debería tener el cine. La ruptura con esa dinámica es sin duda el mayor acierto de la nueva película de Daniel Monzón, el cual ya demostró su pulso como narrador y creador de imágenes en CELDA 211. EL NIÑO consigue entretener, sorprender al espectador con escenas rodadas con ritmo y precisión, y todo ello en un contexto apenas visitado en nuestro cine y que nos remite a uno de esos espacios fronterizos donde el bien y el mal se diluyen en nombre de intereses y negocios. En este caso el Estrecho se convierte en la gran metáfora también de lo que le sucede a buena parte de los protagonistas de la historia, para los que la tentación del dinero, la superación de un determinado estatus, justifica rebasar las fronteras y convertirse en una especie de héroes sin más espejo que sí mismos. Unos héroes venidos a menos, de carne y hueso, dibujados sin excesos maniqueos y que son fiel reflejo de las contradicciones del mundo que vivimos. Unos héroes, masculinos, que por supuesto renuncian con demasiada frecuencia a su lado emocional y se dejan llevar por una racionalidad de conquista. Ahí está el personaje de Tosar para demostralo o incluso el mismo "niño" al que, solo cuando lo vemos enamorado, descubrimos como un individuo que incluso puede ser frágil y vulnerable. Aunque, sin duda, es el personaje de su amigo (Jesús Carroza) el que más claves nos ofrece para descubrir como se puede ser víctima del propio personaje. Todos ellos, en fin, viven atados a un yugo y es ese yugo el que les conduce al fracaso. En un mundo, como el que retrata la película, en el que las mujeres parecen condenadas a representar papeles secundarios, siempre a la sombra del varón, bien como profesionales brillantes pero discretas, bien como parejas dispuestas a sacrificarlo todo en nombre del amor y por supuesto a esperar. Eternas penélopes.
La película está muy bien rodada y se apoya en el talentoso trabajo de un grupo de actores y actrices que
parecen nacidos para sus personajes. Luis Tosar, esta vez con un peluquín que sin embargo no le hace parecer patético, aporta como siempre su solvencia, su dura mirada y su aplomo, aunque hay que reconocer que es Eduard Fernández el que debería llevarse todos los premios por su policía corrupto y de doble moral. Y aunque, por razones más que evidentes, todas las portadas las está ocupando el gaditado de Véjer Jesús Castro, cuyo atractivo y mirada magnética es innegable y cumple sobradamente con el que ha sido su primer papel en el cine, la gran revelación es el sevillano Jesús Carroza, aunque ya ganara el Goya al actor revelación por "7 Vírgenes". Todo ello acompañado de la espléndida banda sonora del cada vez más ubicuo, y medio cordobés, Roque Baños.
Hacía tiempo que no para entrar en una sala de cine no tenía que esperar en una larga cola, como anoche lo hice para ver "El niño". Una gran alegría que demuestra que, junto al impresionante y necesario despliegue publicitario (ese que muchos critican pero que normalmente aceptamos sin rechistar cuando se trata de vender un bodrio americano), el público está deseoso de ver películas que le hablen de problemas de hoy y que lo hagan sin renunciar al entretenimiento. Daniel Monzón parece haber encontrado en su filmografía las claves que muy pocos directores españoles manejan con soltura. La película podrá gustar más o menos, pero nadie podrá reprocharle su excelente factura, su honestidad y su sentido del espectáculo. Por todo ello, constituye una buena manera de empezar un curso cinematográfico en el que, esperemos, haya muchas y buenas películas que nos hagan pensar, que nos emocionen o, lo que es más difícil a veces, que nos entretengan.
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