"La belleza es vertiginosa. Perturba nuestras convicciones, nos lanza a la aventura, esa que proviene de la estética en acción. Cada uno inventa la noción de belleza que le sienta bien. A mí la belleza, aunque sea grotesca, me emociona. La belleza predica el misterio y es una bendición"
Nélida Piñón
Si por algo merece la pena ver la última, y a mi parecer fallida, película de Gracia Querejeta es por disfrutar una vez más de la presencia, cada día más poderosa, de Maribel Verdú en la pantalla. Felices 140, que bebe de esas películas ya clásicas - Reencuentro, Los amigos de Peter - en que se reúnen un grupo de viejos amigos y amigas y eso provoca que entre ellos y ellas resuciten fantasmas, pasiones y mentiras, tiene muchas virtudes pero adolece de una dirección irregular y de un guión que adolece de los excesos propios del efectista pero sentimentaloide Mercero (que lo firma junto a la directora). Gracias a un reparto espléndido, la torpe dirección de la Querejeta no es tan evidente, aunque abundan las escenas desde mi punto de vista mal rodadas y acaba imponiéndose la sensación final de película que pudo ser y no fue.
Pero todo lo anterior pasa a un segundo plano cuando el espectador se concentra en el rostro de la protagonista de la trama. La intensa y jugosa mirada de la Verdú habla por sí sola y consigue que la acompañemos en el dramático periplo que vive su personaje. Pocas actrices han conseguido madurar ante nuestros ojos con la solvencia y la hondura de Maribel. Y no hablo solo de imagen física, que también, sino de todo un "estado de gracia" que la han convertido en una mujer empoderada, libre, auténtica. Y eso es algo que finalmente se transmite en sus interpretaciones, en esas miradas que lo dicen todo sin necesidad de palabras, en el lenguaje corporal y en el que no necesita siquiera de un guión en el que apoyarse.
La belleza de la Verdú está más allá de su cuerpo cada vez más anguloso y estilizado. Radica en su manera de llevar un jersey grande, en su elegancia de pelo despeinado, en su autonomía a la hora de posicionarse frente a entrevistadores tan poco acostumbrados a mujeres que pisen fuerte, en su misterio y en ese posicionamiento que la hace tan cercana como inaccesible.
Felices 140 es toda una celebración de la serenidad rebelde de la Verdú. De su armadura
de ser en permanente ebullición. Una mujer que no se aguanta con lo asignado y que bucea más allá de donde le marcaron los hombres de la familia. Hemos visto crecer a Maribel, como si fuera una más de nuestro círculos de familiares y amigos, y ahora asistimos deslumbrados a su prodigioso encarnamiento. Cráneo que cobija saberes y fortalezas, corazón que conecta cerebro y vientre. Es decir, la belleza en su máxima expresión. Más allá de lo que algunos reducirían a ojos de mujer fatal, la mejor enemiga para quienes continúan pensando que la misión de ellas es vivir por y para nosotros. La Verdú es el mejor ejemplo de como, pese a todo, es posible conectar, aunque sea con un hilo invisible, el cerebro y el corazón. Un hilo del que nacen alas. Las que adivinamos en sus ojos de mujer a la que solo es posible amar reconociéndola libre.
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