Debo confesar que mi relación como espectador con el cine de Woody Allen ha pasado por diferentes etapas, no sé si paralelas o no a las que podrían distinguirse en su filmografía. Durante un determinado período de mi vida - los años 80 y 90 del pasado siglo -, sus películas se convirtieron para mí en una cita ineludible, en un espejo en el que yo mismo me descubría, en un goce incluso cuando apostaba por adentrarse en los mayores dramas del ser humano. Posteriormente, el "mito" fue adelgazándose en mi memoria cinematográfica e incluso empezó a costarme serios esfuerzos la revisión de algunas películas que en su momento habían sido para mí obras maestras. Sus últimas historias, con la excepción de la brillante Match point y de la más que interesante Blue Jasmine, me han resultado prescindibles, incluso aburridas. Al mismo tiempo fui dándome cuenta de que, desde una perspectiva de género, su cine era tremendamente conservador y se encontraba en muchas ocasiones a un paso de la misoginia. No obstante, cada año sigo esperando mi cita con su última obra con la esperanza de volver a sentir lo que un día sentí con su cine. Y tal vez con el deseo, imposible, de no mirar sus obras con las "gafas violetas" que desde hace tiempo me hacen ver las injustas realidades que antes no veía.
Con ese ánimo, siempre esperanzado aunque cada vez más escéptico, acudí ayer domingo a ver Irrational man, una película a la que podríamos calificar como un Allen menor pero que no deja de tener ciertos aspectos de interés. Este quizás sea el mejor comentario que en los últimos años podemos hacer del neoyorkino: incluso en sus películas más mediocres es posible encontrar rastros del genio que fue. La historia de este profesor de filosofía que, ahogado en sus problemas existenciales, encuentra finalmente sentido a su vida superando lo que podríamos llamar líneas rojas del comportamiento moral, incide en las angustias tantas veces retratadas por Allen y tiene algunos atisbos de su mejor cine, ese que se acaba centrando en los dilemas que hacen que seamos siempre seres insatisfechos y dubitativos. Una vez más Allen vuelva a Dostoievsky y a las grandes preguntas de la filosofía, aunque de la mano de Abe, el protagonista, todo suene a una especie de "mix" apresurado para consumo de burgueses que disponen de tiempo y de recursos para cuestionar su lugar en el mundo. Baste como ejemplo, ciertamente sonrojante, la cita de Simone de Beauvoir, metida con calzador, y sin que realmente se acomode ni a los personajes ni a la situación que están viviendo.
Más allá de los dilemas morales que plantea la película, y que se reducen finalmente al eterno interrogante sobre hasta qué punto nuestra naturaleza tiende al mal y si efectivamente en determinados momentos hacer el mal puede permitirnos incluso un cierto grado de felicidad, Irrational man vuelve a mostrarnos un personaje masculino presa de su virilidad y de una "racionalidad" incapaz de valorar los vínculos emocionales. Todas las angustias existenciales que sacuden al personaje que interpreta un inspirado Joaquin Phoenix podrían reconducirse a la incapacidad de gestionar emocionalmente su vida. El gran teórico, el que siempre parece encontrar la frase adecuada, el héroe seductor, es incapaz sin embargo de conducir el timón de sus días, lo cual, entre otras cosas, le lleva a cometer excesos que paradójicamente no parecen proporcionale ni siquiera placer. Y si finalmente parece encontrar un sentido es a través de la acción heroica, del actuar en nombre de una justicia que él interpreta en términos que podríamos calificar de egoístas por más que los disfrace de solidarios, de sentirse un hombre que se define por el hacer. El proveedor, el administrador de justicia, el seductor. El que solo mediante la acción puede hasta recuperar la pulsión sexual que durante un año ha tenido dormida: esa metáfora tan burda con la que Allen parece sucumbir a los encantos de la falocracia.
De manera paralela, y como suele ser habitual también en el cine de Allen, las mujeres protagonistas son las seducidas, las necesitadas de un varón que dé sentido a su existencia, las que en muchos casos parecen marionetas movidas por los hilos que otros manejan y no digamos por los vaivenes del amor romántico. Así vemos al personaje que interpreta Emma Stone - "Me encanta que pidas por mí" - y no digamos el de Parker Posey, incapaz de romper con su vida si no es a través del hombre que la rescate. Ambas son personajes sin identidad, a los que resulta difícil entender sin el referente del "otro" masculino. Meras comparsas, además de objetos atractivos, que Allen usa siempre para reafirmar la supremacía masculina, aún en el caso, como en el de esta película, que los hombres protagonistas sean fracasados, ridículos o mediocres. No parecen importarle sus deseos, sus carencias o sus anhelos. Solo le interesan en función de los deseos, carencias y anhelos del sujeto viril que ellas necesitan para sobrevivir.
Irrational man es pues todo un tratado de como seguimos entendiendo la "racionalidad" desde una perspectiva exclusivamente masculina, la cual ha sido y es la universal. Como en otras muchas películas de Allen, el protagonista es un hombre desvalido, fracasado, vulnerable y sin herramientas para controlar lo que bulle no tanto en su cabeza sino en su pecho y en su vientre. Abe no es un hombre irracional, al contrario, es un hombre perfectamente racional de acuerdo con la subjetividad masculina que durante siglos ha dibujado el patriarcado. La última película de Allen es pues la enésima celebración burguesa de una sociedad en la que ellos son los sujetos y ellas las "sujetas a". El paso que Allen no se atreve a dar, y que imagino nunca dará, sería reconocer que la irracionalidad de Abe deriva de su defectuosa virilidad, como tampoco se atreve a contar que los filósofos tantas veces citados por uno y por otro no han hecho más que transmitir una cadena perversa de exclusión femenina de la racionalidad. Estos silencios, me temo, avalan su misoginia de burgués liberal.
Publicado en la Revista HOMBRES IGUALITARIOS (noviembre 2015):
http://www.hombresigualitarios.ahige.org/?p=1199
Publicado en la Revista HOMBRES IGUALITARIOS (noviembre 2015):
http://www.hombresigualitarios.ahige.org/?p=1199
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