Ir al contenido principal

CARME CHACÓN: ERA EN ABRIL

Recibo la noticia de la muerte de Carme Chacón en plena tarde de Domingo de Ramos, justo cuando la ciudad empezaba su mayor performance colectiva para deleite de muchos y malestar de quienes aún no han entendido que el espectáculo es una manera de superar el aburrido monoteísmo y de celebrar la vida a pesar de la muerte. No puedo evitar una fractura por dentro que me reconcilia con mi fragilidad. Leo en los días siguientes en los medios y en las redes sociales mucha sorpresa y mucho dolor, pero también comentarios que, a diferencia de lo que habitualmente sucede con los hombres públicos, someten a la exministra a un escrutinio muy severo. Lo que en nosotros se convierte en fácil pretexto para el homenaje, en ellas se torna cuestionamiento, ajuste de cuentas incluso: una doble vara de medir que el patriarcado alimenta y que todos, consciente o inconscientemente, aplicamos. En algunos casos con el silencio, y ya sabemos que la omisión otorga a los poderosos y quita a los vulnerables.
Recuerdo el rostro luminoso de Carme justo en una semana en la que en nuestras calles vemos una perfecta representación barroca de los roles de género: nosotros, señores en los púlpitos y principales protagonistas; ellas, abnegadas madres, un paso por detrás, sufrientes dadoras de vida y seres que viven para los demás. El hijo revolucionario y con voz, dios en la tierra; la madre, silenciosa y virtuosa, cautiva de sus renuncias. Contemplando estas imágenes, no dejo de pensar en lo complicado que todavía hoy lo tienen ellas, las Marías de todo el planeta, incluso en aquellos espacios donde ha triunfado la democracia. De ahí que no se me vaya la cabeza de Carme pisando fuerte, llevando los pantalones, plantándole cara a la confesionalidad del ejército, mirando al otro siempre orgullosa de sus convicciones pero sin la acritud del enemigo. Cuántas veces he usado en clases y conferencias su imagen como ministra de Defensa embarazada pasando revista a las tropas para explicar en qué consiste la democracia paritaria y por qué es tan importante que ellas estén en los mismos lugares que nosotros hemos ocupado durante siglos. Aunque el objetivo final pueda ser acabar con ellos, como muchos soñamos hacer con los ejércitos.
Como todos los que no sabíamos de su enfermedad, ahora he descubierto cómo en esa mujer, a la que muchos por ejemplo cuestionaron sus virtudes patrióticas por el simple hecho de ser catalana, tuvo el doble mérito de amarrarse a la vida y a su sueño de servicio público con la fortaleza de la que solo son capaces quienes son conscientes de que su vida pende de un hilo. Una lección que muchos hombres deberíamos aprender de las mujeres que con tanta insistencia nos demuestran que la verdadera fuerza tiene que ver con la asunción de nuestra vulnerabilidad. La muerte de Carme ha sido, además, una terrible metáfora del drama que vive el PSOE, de lo que pudo haber sido y no fue, de lo que no aún no sabe que quiere ser. Los rostros entristecidos que en estos días la recordaban son también los que a duras penas ocultan la preocupación ante el futuro incierto de un partido que hace años dejó de hablar el lenguaje de la ciudadanía. Quizás por no haberse querido mirar en el espejo y hacer la debida autocrítica, quizás por haber desarrollado demasiadas actitudes propias de esos machitos encantados de haberse conocido, quizás por vivir más pegado a las sombras del pasado que a la energía que en su momento pudo suponer una Carme Chacón de la que justo ahora sabemos que era la más capaz para luchar contra los destinos traicioneros. Una de esas mujeres que, pese a los obstáculos que siguen sufriendo, hablan, hacen e inspiran. Por las que siempre, Marías de todo el planeta, merece la pena seguir celebrando otro abril de sueños republicanos y horizontes violetas.
Publicado en LAS FRONTERAS INDECISAS, Diario Córdoba, 17-4-2017:
http://www.diariocordoba.com/noticias/opinion/carme-chacon-era-abril_1140020.html

Comentarios

Entradas populares de este blog

YO, LA PEOR DEL MUNDO

"Aquí arriba se ha de anotar el día de mi muerte, mes y año. Suplico, por amor de Dios y de su Purísima Madre, a mis amadas hermanas las religiosas que son y en lo adelante fuesen, me encomienden a Dios, que he sido y soy la peor que ha habido. A todas pido perdón por amor de Dios y de su Madre. Yo, la peor del mundo: Juana Inés de la Cruz". Mi interés por Juana Inés de la Cruz se despertó el 28 de agosto de 2004 cuando en el Museo Nacional de Colombia, en la ciudad de Bogotá, me deslumbró una exposición titulada "Monjas coronadas" en la que se narraba la vida  y costumbres de los conventos durante la época colonial. He seguido su rastro durante años hasta que al fin durante varias semanas he descubierto las miles de piezas de su puzzle en Las trampas de la fe de Octavio Paz. Una afirmación de éste, casi al final del libro, resume a la perfección el principal dilema que sufrió la escritora y pensadora del XVII: " Sor Juana había convertido la inferioridad

EL ÁNGEL DE AURORA Y ELENA

  El dolor siempre pasa por el cuerpo. Y la tristeza. También el goce, los placeres, la humillación. Somos cuerpo atravesado por las emociones. Los huesos y la piel expresan los quiebros que nos da la vida. Esta acaba siendo una sucesión de heridas, imperceptibles a veces, que nos dan nombre. Algunas supuran por los siglos de los siglos. Otras, por el contrario, cicatrizan y nos dejan tatuados. Las heridas del amor, de los placeres, de los esfuerzos y de las pérdidas. Estas últimas son las que más nos restan. Como si un bisturí puñetero nos arrancara centímetros de piel.   Sin anestesia. Con la desnudez propia del recién nacido. Con la ligereza apenas perceptible del que se va. No puedo imaginar una herida más grande que la provocada por la muerte de un hijo apenas recién iniciado su vuelo. Por más que el tiempo, y las terapias, y   las drogas, y los soles de verano, hagan su tarea de recomposición. Después de una tragedia tan inmensa, mucho más cuando ha sido el fruto de los caprich

CARTA A MI HIJO EN SU 15 CUMPLEAÑOS

  De aquel día frío de noviembre recuerdo sobre todo las hojas amarillentas del gran árbol que daba justo a la ventana en la que por primera vez vi el sol  reflejándose en tus ojos muy abiertos.   Siempre que paseo por allí miro hacia arriba y siento que justo en ese lugar, con esos colores de otoño, empezamos a escribir el guión que tú y yo seguimos empeñados en ver convertido en una gran película. Nunca nadie me advirtió de la dificultad de la aventura, ni por supuesto nadie me regaló un manual de instrucciones. Tuve que ir equivocándome una y otra vez, desde el primer biberón a la pequeña regañina por los deberes mal hechos, desde mi torpeza al peinar tu flequillo a mis dudas cuando no me reconozco como padre autoritario. Desde aquel 27 de noviembre, que siento tan cerca como el olor que desde aquel día impregnó toda nuestra casa, no he dejado de aprender, de escribir borradores y de romperlos luego en mil pedazos, de empezar de cero cada vez que la vida nos ponía frente a un n