Una de las estrategias que el neomachismo está desarrollando
en los últimos tiempos con el doble objetivo de deslegitimar al feminismo y
mantener a salvo los privilegios de la mitad masculina es la confusión. Como
además se ponen en cuestión temas sobre los que cualquiera se siente con
derecho a opinar, resulta extremadamente fácil confundir los términos, mezclar
conceptos y generar un estado de opinión en el que nada es lo que parece. Si una de las principales herramientas de la
vindicación feminista ha sido justamente la conceptualización precisa de las
realidades derivadas de un sistema de poder – el patriarcado – y de una
ideología – el machismo -, parece que estos tiempos de inmediatez y espectáculo
la manera más socorrida de poner freno a determinadas conquistas es generar un
perverso estado de opinión a partir de términos imprecisos y afirmaciones que
nos descolocan. Por eso, y porque muy especialmente en materia de feminismo las
ignorancias son más atrevidas que en cualquier otro campo teórico y
vindicativo, es tan frecuente seguir escuchando a muchas famosas sostener que
están a favor de la igualdad pero que no son feministas, o por supuesto a mucho
ignorante de cualquier sexo decir eso tan socorrido de que “yo no soy ni
machista ni feminista”.
Afortunadamente, y como compensación a ese estado de cosas,
uno de los grandes triunfos del feminismo en esta época donde tantos pasos
atrás se están dando en materia de igualdad es que ya resulta mucho más
complicado que una actitud machista pase desapercibida. Ahí están las redes
sociales como lugar donde las mujeres, y algunos hombres (pocos, todavía),
reaccionan con carácter inmediato frente a cualquier atropello de la dignidad
de ellas. Algo que hasta hace relativamente poco tiempo era inusual porque la
regla general parecía ser el silencio cómplice con el orden establecido. Ese papel deslegitimador del machismo que
está teniendo el feminismo en red está
teniendo una singular y necesaria incidencia en uno de los ámbitos más
resistente a la superación de los lastres sexistas. Me refiero al mundo del
deporte.
Como todas y todos bien sabemos, dicho mundo continúa siendo
uno de los más resistentes al cambio, a pesar de que, afortunadamente, cada día
que pasa son más mujeres las que ocupan portadas con sus victorias en espacios
que hasta ahora solo se habían redactado en masculino. La significativa portada
del periódico Marca de hace unos días
en la que se nos mostraba “sin palabras” ante el triunfo de Mireia Belmonte es
un buen ejemplo de cómo justamente el patriarcado carece de palabras, y de
recursos intelectuales y sociales, para reconocer y asumir la equivalencia de
las mujeres. De ahí que en muchos casos siga tratando a las mujeres exitosas
como una excepción, porque en líneas generales los genios seguimos siendo
nosotros y las musas ellas. Algo que empieza afortunadamente a saltar por los
aires cuando la opinión pública es capaz de cuestionar tradiciones tan
machistas y casposas como la de las azafatas en competiciones ciclistas.
La polémica ha llegado hasta la vuelta ciclista a España,
después de que en algunos casos se haya optado por la supresión de estas
mujeres florero. Aunque todavía no sabemos qué pasara cuándo arranque la
vuelta, el tema se ha situado en la opinión pública y ya no es posible que un
buen periodista que por ejemplo entreviste a Javier Guillén, el director
general de la Vuelta, obvie la pregunta.
En este caso, lo más sorprendente ha sido que ante la misma el señor
Guillén contestara hace tan solo unos días lo siguiente: “Lo primero que tengo que hacer es defender y agradecer la dignidad y la
profesionalidad de nuestras azafatas, que para nada llevan a cabo una labor
sexista ni irreverente ni para nada machista. Es una profesión muy digna y
ellas mismas defienden su actuación y el trato que reciben en la Vuelta. A
partir de ahí, si hay que introducir elementos de cara a políticas de igualdad,
como que haya que un azafato, debemos de hacerlo y ser sensibles a ese debate.
Y si hay polémica por el doble beso al ganador, podemos prescindir de ello”
(http://www.diariodesevilla.es/entrevistas/introducir-azafatos-haremos_0_1157584292.html
)
La repuesta del director de la Vuelta responde fielmente a
esos parámetros de confusión con los que el machismo se revuelve como gato
panza arriba y demuestra la mucha pedagogía que es necesario hacer todavía
cuando hablamos de igualdad de género.
Las explicaciones de Guillén demuestran que no ha entendido o no ha querido
entender por qué el papel de las azafatas en dichas competiciones resulta
denigrante y por qué la solución no es que situemos a los hombre en el mismo
nivel de degradación, sino que analicemos verdaderamente el rol que en
determinados contextos la sociedad continúa otorgando a las mujeres. No se
trata de cuestionar la profesionalidad ni siquiera la valía individual de las
mujeres que seguramente no han encontrado un trabajo más digno, sino de
reflexionar qué modelo de mujer estamos mostrando ante la sociedad si seguimos
reproduciendo a través de ellas dos de las leyes no escritas pero básicas del
patriarcado. De un lado, la ley del agrado, es decir, la concepción de las
mujeres como seres hechos para agradarnos y para dar satisfacción, aunque solo
sea visual y estética, a nuestros deseos y necesidades. De otro, la ley del
silencio, o lo que es lo mismo, la ausencia de voz femenina en un mundo donde
se ha naturalizado que los que tenemos siempre la palabra y el protagonismo
somos nosotros.
Es por tanto ese estereotipo y esa construcción de lo
femenino la que ponemos en cuestión cuando censuramos prácticas aparentemente
tan pequeñas como la de las azafatas que besan a los ciclistas cuando llegan a
la meta. Una práctica que sumadas a otras miles continúan ofreciendo la imagen
hegemónica de unas mujeres que difícilmente superan el rol de seres accesorios
y secundarios. De ahí la importancia de que cualquier actividad, deportiva o
cultural, artística o competitiva, rompa con esas reglas no escritas y
contribuya a generar una mirada sobre ellas que las reconozca como seres tan
autónomos y protagonistas como nosotros. No se trata por tanto, señor Guillén,
de prescindir o no del doble beso: es
fantástico besarse y gozar con ello. Lo que hay que prescindir es de prácticas
que incidan en la sexualización y en la concepción de las mujeres como seres
para otros. Lo que debemos es justamente trabajar en sentido contrario, es
decir, en conseguir que las mujeres sean reconocidas como seres que besan a
quién quieran y cuándo quieran pero siempre en condiciones de equivalencia y de
autonomía. Nunca en contextos que las continúen cosificando y en los que se
confirme el mandato de silencio y sumisión que tanto parece erotizar al
patriarca.
Publicado en THE HUFFINGTON POST, 2-8-17:
http://www.huffingtonpost.es/octavio-salazar/el-machismo-me-confunde-besos-azafatas-y-ciclistas_a_23054321/?utm_hp_ref=es-homepage
Publicado en THE HUFFINGTON POST, 2-8-17:
http://www.huffingtonpost.es/octavio-salazar/el-machismo-me-confunde-besos-azafatas-y-ciclistas_a_23054321/?utm_hp_ref=es-homepage
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